Un estudio cualitativo realizado a través de entrevistas a docentes de Educación Física; Parvularia; Diferencial y Básica, evidenció que éstos juzgan sus estrategias evaluativas como insuficientes y la prueba SIMCE como un obstáculo. «Además, los y las docentes expresan que la evaluación se utiliza como instrumento de poder y control y que solo favorece la inclusión cuando se utiliza la coevaluación y autoevaluación» explica Carola Román Pérez, investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Chile.
Los resultados del estudio mostraron que la consciencia sobre inclusión educativa se encuentra presente en los discursos. Los y las docentes valoran positivamente la diversidad junto los cambios sociales y educativos que se han producido en los últimos años. Sin embargo, consideran que el currículo educativo es rígido y que las evaluaciones estandarizadas son una barrera para la inclusión. En cuanto a sus estrategias evaluativas, los y las docentes sostuvieron que «no discriminan» a sus estudiantes.
«Fue común el relato «no saben cómo evaluar a niños y niñas con necesidades educativa especiales». Ello evidenció al menos dos situaciones: que, en la práctica, las necesidades educativas especiales siguen predominando como sinónimo de diversidad. Y que los procedimientos, instrumentos y características de la evaluación se encuentran representados de manera rígida, pues cuando se comprende y realiza la evaluación como proceso, centrada en el estudiante y con distintos instrumentos, todos y todas tienen la oportunidad de demostrar sus logros y desafíos» comenta la investigadora.
Es decir, no es necesario una «sobre especialización» en evaluación para la inclusión, como señala el estudio, sino que es una oportunidad si él o la docente se la representan como flexible, dinámica, auténtica y democrática. «En cambio, es una barrera de si utiliza con foco en los resultados finales, se centra en docente y predominan las pruebas» complementa la investigación.
Los y las participantes en el momento de la entrevista, trabajaban en establecimientos municipales o subvencionados en las regiones de la Araucanía, Valparaíso y Metropolitana. El trabajo de campo se realizó durante el segundo semestre del año 2020. Se aplicó las entrevistas bajo la modalidad online, ya que las reuniones presenciales no fueron posibles. Se concertó día y horas con los docentes y se realizó a través de la plataforma TEAMS.
Según Carola Román Pérez, «a partir de esta investigación es posible discutir y reflexionar sobre las tensiones docentes en cuanto a los fines y usos que la evaluación como aporte a la inclusión. Por una parte, es socialmente compartido que, sí, es un aporte, y, al mismo tiempo, declaran las carencias y limitaciones que existen tanto ellos/as y en la macroevaluación».
Son ellos y ellas mismas los que expresan la carencia de estrategias para poner en práctica diversos y ajustados procedimientos. «En este sentido cabe preguntarse cómo y de qué forma pueden los docentes superar esta carencia sentida, si al mismo tiempo los perfeccionamiento y orientaciones son juzgadas como descontextualizadas y ambiguas» plantea el estudio.
Poco se aprecia en los discursos, señala el estudio, la retroalimentación hacia el sujeto que aprende. A nivel macroevaluativo la aplicación de la prueba SIMCE es la principal forma de evaluación citada por los docentes, «lo que es una gran deficiencia, ya que a nivel microevaluativo se pretende que un solo instrumento recoja información sobre todo el sistema, y, lo más complejo, es que los docentes consideran que es poco el aporte a la inclusión» explica la investigadora.
Y agrega: «se requiere de una renovación e innovación profunda para la que la evaluación sea un aporte a la inclusión si se consideran especialmente los cambios a partir de la Ley de inclusión y el nuevo decreto de evaluación N°67 que rigen desde el año 2018».
En definitiva, se requiere del diseño de nuevos procedimientos e instrumentos y orientaciones evaluativas, porque cuando están en juego los recursos, el ranking y las comparaciones, es altamente probable que los docentes se centren en la medición y en la calificación, dejando en segundo lugar la evaluación formativa junto con procedimientos de coevaluación y autoevaluación, aun cuándo tanto desde los y las entrevistados y la teoría evaluativa, se concuerde en que estos tipos de evaluación son un aporte a la inclusión.
«En consecuencia, estas evaluaciones pueden ser obstáculo para la inclusión y el trabajo educativo que promueva la naturalización de las diferencias y la diversidad. Pueden ser un aporte, si se considera y promueve una fuerte difusión y comunicación de las evaluaciones diagnósticas, de progreso, y otras cuyo objeto sea evaluar la convivencia, el respeto la aceptación, tomando como referente el contexto» finaliza.